María Camila Castro López, estudiante de comunicación gráfica y publicitaria de la Universidad de Medellín, tiene una historia en la que la familia y el arte han sido grandes soportes para alcanzar sus metas. Su paso por Grupo Argos le ha dejado grandes enseñanzas para su vida personal y profesional.
Desde muy niña la vida de María Camila Castro ha estado determinada por el cambio. Cuando tenía 8 años, sus padres, aún muy jóvenes, decidieron emigrar a España para darle un mejor futuro a su única hija. Así, María Camila dejó el colegio en Colombia cuando cursaba primero de primaria para unirse a su familia en esta nueva aventura.
Llegó a Valdepeñas, una ciudad al sur de la capital del país ibérico, donde nunca se sintió realmente cómoda, algo que definió para siempre algunos rasgos. “Ahora soy una persona tímida gracias a esa primera etapa de mi vida. Estando en España, quería regresarme a Colombia: extrañaba a mis abuelos, a mis primos, a mis amigos. Todos los años pasaba vacaciones en Medellín. Y cuando cumplí 16, regresamos”.
La muerte de uno de sus tíos hizo que la familia regresara a su ciudad de origen, decisión que implicó un nuevo rumbo para la vida de todos. A María Camila le faltaban unos meses para terminar el bachillerato, por lo que fue complicado encontrar un colegio para estudiar menos de un año completo. “Antes de que mi tío muriera, les sugirió a mis papás abrir un restaurante de cocina española llamado Aula. Yo ayudaba como cajera mientras regresaba al colegio. Al graduarme, comencé a estudiar medicina en la Universidad Cooperativa. Hice dos semestres, me iba muy bien, pero sentí que eso no era lo que quería para mi vida. Me retiré y me tomé un semestre para pensar qué quería estudiar y después de meditarlo mucho, recordé que, en esos semestres en la universidad, me gustaba hacer los trabajos más creativos. Por eso decidí estudiar Comunicación Gráfica Publicitaria en la Universidad de Medellín”.
Al ingresar a esta nueva carrera, María Camila no solo se esforzó por sacar las mejores notas, sino que se enfocó en aplicar todo lo aprendido en la promoción del emprendimiento familiar: “Cualquier tema que me enseñaban en la universidad, lo relacionaba con Aula: creaba contenidos para las redes, tomaba fotos, diseñaba los volantes, el menú, todo lo que se me ocurriera. Pero llegó la pandemia y nos tocó cerrar. Mi mamá, buscando la manera de subsistir en esas circunstancias, creó una repostería y la llamó La Vikilina. Era su sueño desde niña, y empezó a vender tortas, brownies y pasteles por redes sociales. Yo me encargué de promocionar la repostería a la par de Aula, que seguía haciendo domicilios los fines de semana”.
Liderar el proceso de mercadeo y publicidad de los dos emprendimientos familiares, a la par de sus estudios, no fue fácil para María Camila, pues en un principio no se sentía segura de sus propias capacidades. Constantemente, le decía a su mamá que contratara a alguien más para impulsar el restaurante y la repostería. Pero, con el paso del tiempo, María Camila se fue sintiendo más cómoda con su trabajo, y, gracias a la confianza de sus padres, hizo que tanto Aula como La Vikilina crecieran, se hicieran mucho más conocidas en el medio y pudieran crecer a pesar de las dificultades.
Al momento de hacer su práctica profesional, María Camila escogió la oferta para trabajar como diseñadora gráfica de la Fundación Grupo Argos. Después del proceso de selección, empezó su práctica en enero de 2023 en una labor que la ha sorprendido, pues a pesar del poco tiempo que lleva en la organización, ha aprendido mucho de sí misma y de sus talentos: “Es la primera vez en mi vida que trabajo en una oficina, que trabajo con un equipo más extenso, pero he sentido que me ha ido muy bien. Pensé que por ser una empresa tan grande iba a estar en un ambiente muy rígido, pero ha sido todo lo contrario: he sentido que puedo ser yo misma mientras aprendo algo nuevo todos los días. Estos meses de trabajo en la Fundación Grupo Argos he podido tener mayor seguridad en mí trabajo y confiar mucho más en mis capacidades”.
Recientemente, María Camila estuvo en Roncesvalles, Tolima, documentando el trabajo del programa Río Saldaña Una Cuenca de Vida, proyecto con el que la Fundación se suma a otras organizaciones del país para proteger este importante río colombiano. “Me encantaron los paisajes que vi, me encantó ver que el trabajo de la Fundación se hace real en esos lugares tan apartados. Fue una experiencia muy bonita”.
En los próximos meses, María Camila piensa graduarse como comunicadora gráfica, mientras sigue apoyando a las empresas familiares y se dedica, en sus tiempos libres, a sus grandes pasiones: salir con sus amigos, viajar y montar en bicicleta: “es posible dedicarse a cuanta cosa quieras en la vida mientras le imprimas amor a lo que haces. El amor es el que es capaz de moverlo todo”.